Sin embargo no contó con un rival que se convirtió en un frontón y se limitó a acumular suecos en las inmediaciones del área para abortar cualquier posibilidad de peligro. El partido fue un monólogo del Valencia, pero sin tensión y con un punto de relajación, por momentos, que deslució el espectáculo. Los blanquinegros se vieron tan superiores que a veces jugaron más a impulsos del corazón que con la cabeza.